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  • Raquel Mingo

DOBLAR LAS RODILLAS POR AMOR


Aitana se fue desenrollando la larga bufanda de lana beige y naranja mientras oteaba entre las mesas de la atestada cafetería. Descubrió a sus amigas sentadas al fondo, junto al amplio ventanal por el que podía verse un Madrid moderno y ajetreado, nunca dispuesto a detenerse.

Esbozó una cálida sonrisa según se acercaba y las chicas levantaban las manos con entusiasmo y excesivo alboroto, que se amplió cuando le dedicaron todo tipo de piropos e incluso un par de silbidos mientras se quitaba el abrigo color camel.

—Sois unas payasas. —Les recriminó a la vez que se sentaba en la silla que le habían guardado con celo, pues no había ni un sitio libre en todo el local.

—Mira quién fue a hablar —Retrucó Andrea, la más loca y lanzada del grupo—. No te hagas la digna que nos conocemos.

—No la atosigues, que acaba de llegar. Al menos espera a que se tome la segunda cervecita y se suelte la melena. —La aludida se giró hacia Carla con una ceja alzada.

—¿Intentas decirme algo, bonita? —La carcajada de la rubia fue dulce y vibrante y como siempre atrajo varias miradas masculinas en las que no reparó.

—No la hagas caso. Ella ya lleva dos vermuts —canturreó Patricia a su lado con sus preciosos ojos almendrados algo chispeantes.

—¿Pero desde cuándo lleváis aquí?

—Apenas quince minutos pero si los aprovechas bien pueden dar de sí una barbaridad, sobre todo con lo que cascan estas —explicó Estefanía con su habitual tonillo malvado.

—Y hablar da mucha sed —afirmó Dre mostrando su copa vacía con un puchero de lo más cómico. Acto seguido volvió a levantarla con ímpetu, con lo que consiguió la atención de uno de los varios camareros que correteaban por la sala, el cual se acercó para tomar nota de sus pedidos. Aprovecharon para encargar la comida, consistente sobre todo en ensaladas y algún que otro entrante para compartir entre todas.

—Nosotras ya nos hemos puesto al día sobre los asuntos “No Importantes”.

—Ajá —contestó Tana antes de darle un sorbo a su caña—. Familia y trabajo, ¿eh? —El resto asintió. Hablaban por teléfono al menos una vez por semana y el WhatsApp no paraba ni un minuto, a veces hasta altas horas de la madrugada. Esos temas estaban muy trillados.

—Pasemos a lo que de verdad importa —propuso Carla con un guiño cómplice que el grupo secundó como una pandilla de adolescentes—. Mirad lo que me ha regalado Andrés —dijo emocionada, alzando el colgante de oro blanco que descansaba sobre su cuello. Hubo unos cuantos “Ohhh…” y “Ahhh…” y todas alabaron el buen gusto del novio en cuestión.

—Pues mi Pedro ha reservado en Amazónico para hoy. Y me ha advertido que esta noche no dormiremos en casa. —Les contó Pat con una sonrisa de lo más perversa. Los silbidos que suscitó el nombre del conocido restaurante situado en pleno barrio de Salamanca, para el que había que pedir mesa con bastante tiempo de antelación dada su larga lista de espera, solo se vieron superados por las bromas procaces sobre las guarradas que harían en el hotel donde iban a pasar la noche.

—Niñas, comportaos. O no os contaré lo que mi querido husband ha planeado —El silencio reinó en aquella mesa llena mujeres, por primera vez desde que se ocupara—. París. Tres días. Este fin de semana. —Un coro de felicitaciones siguió a las palabras de Andrea, que no podía ocultar su felicidad. Sus amigas sabían cuánto le gustaba viajar y conocer personas y costumbres diferentes.

—Pues no sé si Álvaro habrá sabido estar a la altura… —terció Estefanía con un mohín en sus labios perfectamente pintados de rosa—. Me ha pedido que me vaya a vivir con él. —Los gritos entusiasmados de las otras no se hicieron esperar ante la sorprendente noticia, puesto que la pareja llevaba tres años y medio de relación y nada parecía indicar que el escurridizo contable fuera a dar el ansiado paso.

—Es fantástico, Stef. ¿Ves como todo llega?

—Estoy… feliz. Aún no me lo creo, la verdad. De hecho pienso mudarme esta misma tarde y ya iré trasladando mis cosas poco a poco, no sea que este hombre mío se arrepienta —Todas rieron, pues sabían que en efecto Álvaro había sido un hueso duro de roer y que la morena de generosas curvas no iba a permitir que se echara atrás bajo ningún concepto. Poco a poco la hilaridad del momento fue diluyéndose y dejó paso a un silencio cargado de tensión e interrogantes. O así se lo pareció a Aitana, que sentía todas las miradas posadas en ella. Suspiró, consciente de lo que vendría a continuación.

—¿Y tú, Tana? ¿Cómo se presenta este día de los enamorados? —La pregunta era innecesaria y estaba cargada de cierta lástima. Sus amigas conocían perfectamente a su novio y lo que podía esperarse de él en cuestiones como aquella.

—Ya sabéis cómo es Luis. —Se limitó a decir, esperando que con aquello terminara la discusión.

—La antítesis del romanticismo. —Intervino Dre con rotundidad. El resto asintió como muestra de conformidad.

—Es un hombre con muchas virtudes. —Intentó disculparle Carla.

—Lo que quieres decir es que es una pena que esté tan bueno, sea tan inteligente, tenga un trabajo tan estupendo y sin embargo se comporte como un perfecto gilipollas.

—¡Andrea! —La amonestó Aitana, aunque fue más por lealtad que porque no estuviera de acuerdo con la descripción.

—Cariño… Si he mentido en algo, o exagerado, ilumíname, por favor. —El silencio fue la mejor respuesta que la pelirroja pudo obtener y lo demostró asintiendo complacida—. ¿Le has hecho saber lo decepcionada y furiosa que estás? ¿O te has limitado a fingir que todo va bien, como siempre?

—Es que todo va bien —musitó la pequeña mujer a su derecha, echándose el rubio cabello hacia atrás en un gesto suave y femenino.

—¿Esta tontuela no es la chica más dulce y romántica que os hayáis echado a la cara?

—No es cierto —protestó la aludida, en contraposición a las tres cabezas que asintieron con vigor.

—Pero si has visto Pretty Woman treinta y seis veces, por Dios —dijo Estefanía con verdadero horror. A ella le gustaba la icónica película como a la que más pero aquello era… demasiado.

—Y Ghost, Titanic, Dirty Dancing, Elegir un amor, El guardaespaldas, Noviembre dulce… Recordad lo que quería tatuarse en la base de la espalda —La joven lanzó un gemido bajo y angustioso justo antes de que las cuatro gritaran a pleno pulmón: —. ¡Soy feliz simplemente amando! —La cafetería, llena hasta los topes, se quedó muda de repente. El lamento se convirtió en algo parecido a un sollozo. Una nueva ronda de carcajadas sacudió la mesa del fondo, la que gozaba del amplio ventanal y las magníficas vistas de la ciudad.

—Tenía quince años —masculló entre dientes, roja como un tomate.

—Y acababas de ver Orgullo y Prejuicio. —Le recordó Carla con una sonrisa nostálgica que pronto se reflejó en el rostro de las demás. Aquella tarde en casa de Pat comiendo porquetas y con la caja de pañuelos pasando de una a otra quedaría en el recuerdo de todas para siempre.

—Ponle las cosas muy clarito, cielo. Lees esas historias pastelosas llenas de amor y s