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Raquel Mingo

CIBELES LA FUENTE TE ACONSEJA (Obligada y de mala leche, que conste)




CÓMO QUITAR LOS RESTOS DE CHICLE PEGADOS A LA ROPA



Buenos días, queridas lectoras:


Soy Cibeles Lafuente, y como todas sabéis solía llevar cada semana la sección de sociedad “GLAMOUR U ORDINARIEZ”, perteneciente a la prestigiosa revista de moda



Me gustaría decir —y tal vez si fuera una persona de gran corazón lo haría—, que han sido los designios del destino, o el mismísimo Dios en una de sus jugarretas para probar mi fortaleza, los que me han retirado del espacio que llevaba dirigiendo con gran profesionalidad los tres últimos años, pero la pura verdad es que le debo mi destitución al director de la revista, Agustín Núñez, el único culpable de mi cese fulminante y por tiempo indefinido. Hasta que “medite sobre mis últimas y desastrosas acciones, que tanto han perjudicado la imagen de Fascinatta, y esta pueda volver a representar las premisas de hechizo y fascinación que la hicieron famosa en el pasado”. De veras, me estoy mordiendo la lengua y esto… ¡duele!


El acto se resume a grandes rasgos en que hasta hace una semana mantenía una “estrecha” amistad con un renombrado miembro de la sociedad (presidente de la multinacional a la que pertenece la mencionada revista), dedicado en cuerpo y alma al disfrute de las prebendas que podía conseguir del mundo del espectáculo, y del que juro sobre la tumba de mis tres gatos que desconocía que dejaba en casa cada noche a una devota esposa y a tres mocosos llorones.


Será cabr… Y digo yo, qué culpa tengo de que al tipo le gustara hablar por los codos de sus congéneres de farándula entre subida y bajada… del telón. Y a ver, que una jamás ha alardeado de ser una santa, y está pero que muy orgullosa de aprovechar cada ocasión que se le presenta para demostrar que las rubias no solo no son tontas, sino que pueden poner a un hombre de rodillas pidiéndole clemencia a la parienta —y que le deje al menos el BMW para tener un sitio donde dormir hasta que encuentre trabajo, aunque sea en el Burguer King (jajaja, la amantísima mujercita no ha tardado en sentarse en el sillón presidencial, ya que al parecer el puesto fue un regalo de bodas de su papá)—, en menos de lo que una servidora tarda en ir a la pelu a teñirse de un preciosísimo tono castaño caoba…

Y tendréis que reconocerme que aquel artículo me quedó de rechupete… ¡Si la revista alcanzó máximos históricos de ventas! Y las fotos… aquellas estupendas fotografías a todo color casi tamaño póster del muy sinvergüenza padre de familia en pelota picada sobre mis sábanas de seda azul medianoche (apuntadlo, a las mujeres con la piel blanca ese color nos queda divino) hablando por los codos de los pecados de los ricos y famosos… Ayyys, no creo que consiga escribir nada igual en lo que me queda de vida. Debieran hacerme socia, o darme una gratificación al menos.


En su lugar me han relegado a esta sección, donde tengo que dar consejos de todo tipo, desde cuál es el mejor color para que un salón de diez metros cuadrados no parezca la caseta de vuestro perro, hasta qué tipo de fregona le viene mejor a los suelos de mármol (y yo me pregunto: eso lo sabrá la chacha, ¿no?) Para lo que hemos quedado.



Ahí va mi PRIMER CONSEJO DE HOY (que no es por el que van a pagarme la porquería de sueldo que gano en mi nuevo puesto):

“No te quites las bragas para el que dispone tus pagas”.  Definitivamente hoy estoy inspirada. Vamos, que voy a patentar la frasecita, mira que si me saca de este fiasco...


Aunque de momento, y hasta que al director se le ponga en la… agenda, con una periodicidad quincenal (si no me clavo el Montblanc en la tráquea o me da un ictus mientras miro agilipollada la pantalla del ordenador en espera de inspiración divina para el próximo artículo) publicaré una recomendación  de transcendental importancia para vuestra existencia, queridas amas de casa, que seguro os facilitará en gran medida la ardua y desagradecida tarea que lleváis a cabo cada día de vuestra vida, cada minuto de la jornada… ¿Cómo podéis soportarlo, alma cántaras?


Bien, vamos con el CONSEJO DE HOY:


CÓMO QUITAR LOS RESTOS DE CHICLE PEGADOS A LA ROPA (¡QUÉ ASCO, PORDIOS!)


Superado el momento de grima decir que el truco consiste en conseguir que esa repugnante goma de mascar se despegue de la prenda en cuestión, por lo que nada más simple que coger un hielo y frotar el dichoso chicle hasta que se endurezca por completo (siempre y cuando no esté ya como un maldito pedrusco en tu falda favorita). Si es el caso, tú frota, frota, y luego utiliza una cuchara, un cuchillo romo o lo que se te ocurra para rasparlo, eso sí, hazlo rápido, antes de que el efecto del hielo se vaya.

Personalmente debo admitir que a mí no me ha funcionado muy bien, pero estoy pensando que quizá no haya sido una gran idea utilizar los hielos del cubata que me estoy metiendo entre pecho y espalda mientras redacto este artículo, sin embargo otro de los consejos decía que usara alcohol, así que pensé: «¿Qué mejor manera de matar dos pájaros de un tiro que prepararme un pelotazo y relajarme después de un día de mierda antes de embarcarme en la peliaguda tarea de enfrentarme al puñetero chicle de sandía y plátano que dejé pegado en un Post-it en mi escritorio?». Por supuesto, media hora más tarde, mientras casi tiraba el iPhone por los aires en mis prisas por dar a descolgar al reconocer el nombre del pedazo de macho ibérico que me ligué en el pub el sábado anterior —y que sinceramente a esas alturas no esperaba ya que me llamara—, no recordé que había dejado el diminuto papel fucsia en el sitio exacto donde planté mi perfecto culito enfundado en una falda de tubo rojo sangre. Ni siquiera me di cuenta mucho después, cuando tres de mis compañeras de redacción —que envidian a muerte mis piernas largas y estilizadas y mis dos poderosas razones para que los hombres nunca escuchen más allá del buenos días—, se partían de risa al verme pasar en dirección al despacho de mi jefe.

En este momento, un viernes por la tarde, la hora perfecta para empezar a arreglarse y salir de parranda, he decidido prepararme otro whisky con Coca-Cola (recordad ponerle una rodajita de limón para parecer fashions y que la cola sea light, of course) para terminar de deprimirme y porque ya se me han deshecho los hielos de los cojo… y el put… chicle sigue en mi maravillosa falda de Prada.


Os iré informando del resultado de mis pesquisas, ahora voy a echarme una siestecita, que con lo que se mueve la silla giratoria no me concentro.


¡Ostras, si estoy sentada en la lavadora, y está centrifugando! ¡Ay, las bondades de mi gran amigo JB…!


¡Esperadme en dos semanas, bellas, que las cuentas de las boutiques de diseño y este loft de lujo no se pagan solos!


¡Adiosito!


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