Raquel Mingo

21 de abr de 2018

LA TEORÍA DE LOS PASTELES

Le conté mi teoría. Bueno, no era mía en realidad, sino de un amigo un tanto cínico e insensible.

“La teoría de los pastelitos”, la bauticé. Me entra la risa cada vez que lo pienso.

Según mi amigo –el cínico, que vamos a empezar a liarnos nada más empezar–, las mujeres somos todas como pasteles. Unas de deliciosa crema, otras de esponjosa nata montada, las hay de empalagoso merengue, incluso de eléctrica y ácida cereza.

Ah, y de plástico. Esas son las que en mi opinión bajo ningún concepto debieran ser catalogadas como pastelitos (bueno, sobra decir que el resto tampoco). Son trabajadoras, serias, cautas, y muy, muy prudentes a la hora de decidir a qué hombres permiten entrar en su círculo.

La cuestión parece ser que según este compañero -sigo hablando del desvergonzado-, todos los hombres tienen hambre –supongo que en este punto de la historia no tengo que explicar de qué–, y quieren comernos a toda costa. Da igual si son alérgicos al chocolate, si están a dieta, si ya tienen pasteles en casa, o si eres un pastel de plástico. Siempre tienen hambre, a todas horas y cualquier día del año.

Mi otro amigo –más tranquilo y sosegado que el primero–, escuchó con atención tan interesante (y disparatada) teoría, y después de un momento de pensarlo, me miró muy serio y me dijo: —Tú nunca serás para mí un pastelito. Pero si alguna vez tuviera que ponerte un sabor serías…

AGGGGGGHHHHHH!!!!

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